Lo que descubrimos es que no se disuelve. Pero ¿quién hizo correr el rumor? Fue el profesor Clive McCay, de la Universidad de Cornell, en 1950. Lo que afirmó McCay es que los niveles de azúcar y ácido fosfórico de la Coca-Cola provocaban caries, pero a fin de añadirle un toque sensacionalista para llamar más la atención, se le ocurrió decir, también, que si se dejara un diente en Coca-Cola, empezaría a disolverse al cabo de 48 horas.
En 2006, la Academia Norteamericana de Odontología General llevó a cabo un estudio para determinar el efecto de los refrescos sobre el esmalte dental y concluyó que las concentraciones elevadas de ácido cítrico (como en un zumo de naranja) eran mucho más perjudiciales que las de ácido fosfórico (que es lo que se emplea para evitar que el refresco pierda burbujas).
Lo que sí es cierto es que el ácido fosfórico inhibe los ácidos digestivos del estómago, por lo que reduce la absorción de calcio, tal y como explica John Lloyd en El nuevo pequeño gran libro de la ignorancia:
Esto significa que un consumo excesivo de refrescos puede provocar déficit de calcio y debilitar los dientes y los huesos, aunque no su “disolución”. Tomarse una Coca-Cola de vez en cuando no tiene por qué ser perjudicial para nadie.
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