¿Os acordáis del dilema moral al que debe enfrentarse Batman en The Dark Knight? Sí, aquello de dejar que muera un grupo de personas a cambio de salvar a otro. Esa clase de dilemas son difíciles, aunque pueden servir para detectar a psicópatas… incluso la clase de psicópatas que no parecen psicópatas. Algo así como el Test Voight-Kampff de Blade Runner para detectar replicantes, que de tan sutil incluso puede.. en fin, no digo nada más por evitar posibles spoilers.
Joshua Greene, psicólogo de la Universidad de Harvard, examinó durante años cómo los psicópatas se enfrentaban a diversos dilemas morales de este estili, y también qué pasaba dentro de sus cerebros cuando lo hacían.
Lo que descubrió es que hay psicópatas que son profundamente empáticos (lo cual parece contradecir la frialdad de los psicópatas), pero que, sin embargo, desplegaban una clase de empatía mecánica, funcional, “fría”, como la de un botón que activa una respuesta. Pero antes de seguir, veamos dos clases de dilemas morales, a ver qué pasa.
Primer dilema
El siguiente dilema fue propuesto por la filósofa Phipilla Foot:
Un vagón de ferrocarril corre por unas vías. En su camino se encuentran cinco personas atrapadas, que no pueden escapar. Afortunadamente, usted puede darle a un interruptor que desviará el vagón a una vía muerta, apartando así el vagón de las cinco personas… pero con un precio. Hay otra persona atrapada también en ese desvío, y el vagón matará a esa persona. ¿Debería usted darle al interruptor?
La mayoría de nosotros decidirá sin demasiados problemas morales en base a una ética utilitarista: la opción que mate a más gente. No es agradable, pero no hacer nada aún sería peor. Como en el caso de la democracia, es la opción menos mala.
Segundo dilema
El siguiente dilema fue propuesto por la filósofa Judith Jarvis Thomson:
Como antes, un vagón de ferrocarril va descontrolado por una vía hacia cinco personas. Pero esta vez, usted se encuentra de pie detrás de un desconocido muy corpulento en una pasarela peatonal por encima de las vías. La única forma de salvar a las cinco personas es arrojar al desconocido a las vías. Éste morirá al caer, desde luego. Pero su corpulencia considerable bloqueará el vagón, salvando así cinco vidas. ¿Debería usted empujarle?
El dilema es el mismo: es mejor matar a una persona que a cinco. Sin embargo, nos cuesta mucho más empujar a una persona a la vía. Porque participamos activamente en el homicidio, incluso lo propiciamos nosotros. Así pues, probablemente preferiremos no hacer nada.
Empatía fría
Lo que sugiere Joshua Green es que estos dos dilemas morales afectan a dos regiones distintas del cerebro. El primer dilema, el córtex prefrontal y el córtex parietal posterior, implicados en nuestra experiencia objetiva de la empatía “fría”: el razonamiento y el pensamiento racional. El segundo dilema, afecta a la amígdala, el centro emocional del cerebro, el circuito de la empatía “caliente”. Y tal y como señalaKevin Dutton en su libro La sabiduría de los psicópatas:
Como la mayoría de los miembros normales de la población, los psicópatas no tienen demasiado problema a la hora de resolver el dilema presentado en el caso 1. Dan al interruptor y el tren se desvía, matando a una sola persona en lugar de matar a cinco. Sin embargo (y aquí es donde la cosa se pone interesante), a diferencia de la gente normal tampoco tendrían demasiados problemas en el caso 2. Los psicópatas se quedarían muy tranquilos empujando al tipo gordo a las vías sin pestañear, si no queda más remedio.
Estudios de Daniel Bartels, de la Universidad de Columbia, y David Pizarro, de Cornell, sugieren que el 90 % de las personas se negarían a empujar a un desconocido desde el puente para salvar cinco vidas. El 10 % restante son calculadores y empáticos en la versión más automatizada posible, gente que quizá está a nuestro alrededor y ha encauzado sus habilidades psicopáticas para liderar una empresa, para ejercer como neurocirujanos o para ingresar en el ejército.
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