Hace siglos, quizá nuestros antepasados tuvieron que reprimir cualquiera señal de espontaneidad e individualidad con el fin de civilizarse, pero ahora que las normas de la "no violencia" están consolidadas, podemos ceder un poco ante inhibiciones concretas que acaso parezcan obsoletas.
Según esta línea argumental, el hecho de que las mujeres enseñen mucha carne o que los hombres reaccionen con cierta violencia en público no es señal de decadencia cultural. Al revés, es señal de que viven en una sociedad tan civilizada que no han de temer que, en respuesta a ello, vayan a sufrir hostigamiento o agresión.
Como dijo el novelista Robert Howard, “los hombres civilizados son más descorteses que salvajes porque saben que no les van a partir el cráneo por ello”. Quizás haya llegado incluso la época en que yo pueda usar el cuchillo para empujar los guisantes hasta el tenedor.
| Steven Pinker, Los ángeles que llevamos dentro
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