No sé en qué programa de televisión oí a un tipo argumentar que la naturaleza es sabia, y que, por tanto, drogarse estaba mal: la prueba es que nunca verías a un animal drogándose. Bien, aparte de que usar la naturaleza como referente moral o incluso lógico es un error, lo cierto es que los animales hacen muchas cosas que nosotros hacemos. No solo masturbarse, como ya os conté en otro artículo, sino también drogarse.
Así pues, aunque suene muy contracorriente, la propensión a embriagarse con sustancias psicoactivas no es exclusiva de los seres humanos o de rompedores de normas sociales como Timothy Leary, Ken Kessey y demás criaturas del movimiento contracultural de los años 60 en EEUU. Por ejemplo, se han observado aves, elefantes y monos rastreando el suelo con afán de encontrar frutas y bayas: tras un proceso de fermentación natural, empiezan a producir alcohol.
El neurólogo Davd J. Linden aporta otros ejemplos sorprendentes de animales que buscan ponerse a tono en su libro La brújula del placer:
En Gabón, en la región ecuatorial de África occidental, se han observado facoceros, elefantes, puescoespines y gorilas comiendo iboga (Tabernanthe iboga), una planta embriagante y alucinógena. Incluso hay pruebas de que los elefantes jóvenes aprenden a comer iboga observando a los adultos de su grupo social. En las tierras altas de Etiopía, las cabras se saltan a los intermediarios del café ronzando bayas de cafeto silvestre para darse un buen “chute” de cafeína.
Aunque es difícil saber si el animal simplemente disfruta comiendo fruta del suelo y soporta los efectos embriagantes para poder hacerlo o si en realidad busca solo los efectos embriagantes, hay muchas pruebas que apuntan que el animal anhela esto último. Una de estas pruebas es que normalmente solo se consume una cantidad muy pequeña de la planta o de la seta, de modo que mientras su efecto nutritivo resulta casi despreciable, su efecto psicoactivo es realmente fuerte.
Puede que el ejemplo más espectacular de embriaguez animal sin relación con la alimentación sea el del reno domesticado. Los chukchis de Siberia, que pastorean rebaños de renos, consumen como sacramento ritual la Amanita muscaria, la conocida seta alucinógena de sombrero rojo con motas blancas. Y lo mismo hacen sus renos. Si encuentran alguna de estas setas bajo los abedules, la engullen y empiezan a andar tambaleándose de un lado a otro en un estado de desorientación, apartándose del rebaño y vagando durante horas mientras sacuden la cabeza sin cesar. El ingrediente activo de la amanita es el ácido iboténico, una de cuyas partes se convertie, una vez ingerido, en otro compuesto, el llamado muscimol, que es el que provoca las alucinaciones. Lo interesante del ácido iboténico es que el cuerpo sólo metaboliza una cantidad muy pequeña para producir muscimol y el resto (cerca del 80 %) se elimina por la orina. El reno ha aprendido que lamer orina cargada de ácido iboténico produce un subidón tan fuerte como el que consigue comiéndose la seta directamente.
Así pues, cabe pues una discusión más madura sobre las drogas, lejos de comparaciones con la naturaleza o el comportamiento de animales. Una discusión que tenga en cuenta costes y beneficios. Que tenga en cuenta que los estudios de gemelos monocigóticos y dicigóticos indican que entre el 40 % y el 60 % de la variación en el riesgo de sufrir una adicción se debe a factores puramente genéticos. Que tenga en cuenta cuánta gente es adicta de forma destructiva y cuánta gente simplemente es consumidora como quien come palomitas en el cine, y legislar en consecuencia. Que tenga en cuenta que muchas personas importantes fueron drogadictos: Charles Baudelaire (hachís y opio), Aldous Huxley (alcohol, mescalina y LSD), Sigmund Freud (cocaína), Alejandro Magno (alcohol) u Otto von Bismarck (alcohol y morfina). Y en definitiva, que compare si determinada droga es, en puridad, más tóxica o no que un filete al Roquefort o una vida sedentaria.
En cualquier caso, si queréis profundizar en las miles de variables aquí en conflicto, os recomiendo la lectura del libro por antonomasia sobre las drogas: el grueso >Historia general de las drogas, de Antonio Escohotado.
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