Richad Wiseman, junto a la experta en acústica Sarah Angliss, llevaron a cabo un experimento para probar hasta qué punto los infrasonidos podían ser los responsables de nuestras visiones místicas.
Para ello reunieron a un grupo grande de personas que debían relatar cómo se sentían en cada momento, mientras eran sometidos a infrasonidos o no, según. Sarah tuvo la idea de incorporar secretamente infrasonido a ciertas piezas ejecutadas en un concierto en directo, para descubrir si la onda afectaba a la forma en que la audiencia percibía la música.
Junto a los especialistas en acústica del Laboratorio Nacional de Física, Richard Lord y Dan Simon, pues, celebraron dos conciertos inusuales en una de las principales salas de conciertos del distrito South Bank de Londres.
Cada concierto consistiría en varias piezas de música para piano contemporáneas, ejecutadas por el afamado pianista ruso GéNIA. En cuatro momentos del concierto, se le pediría a la audiencia que completara un formulario que medía su respuesta emocional a la música y que dejara constancia de cualquier experiencia fuera de lo común, tal como una sensación de hormigueo o de frío súbito. Justo antes de dos de estos puntos, el auditorio sería inundado de infrasonido. Ambos conciertos sería idénticos, salvo por el momento del infrasonido.
Cada concierto se celebró con un público de 200 personas. El resultado de las encuestas era inequívoco: se manifestaron muchas más experiencias extrañas durante las piezas en las que se incorporó el infrasonido, una media de alrededor de un 22% más de experiencias inusuales en esos instantes. Una cifra nada trivial.
Los resultados fueron tan llamativos que los investigadores no tardaron en recibir propuestas de parques de atracciones para usar infrasonidos en sus pasajes del terror, para así hacerlos todavía más aterradores.
Otros académicos fueron más allá y sugirieron que incluso los infrasonidos podrían estar relacionados con las supuestas experiencias sagradas, entre ellos Aeron Watson y David Keating, de la Universidad de Reading. Ambos construyeron un modelo en ordenador de unas tumbas subterráneas del neolítico escocés.
Por medio de este modelo, los investigadores afirmaron que el lugar tiene una frecuencia infrasónica de resonancia tal que una persona que golpee un tambor de treinta centímetros puede producir poderosas ondas de baja frecuencia. Otros han sugerido que los grandes tubos de los órganos en ciertas iglesias y catedrales son capaces de producir efectos similares. (…) Esto sugiere que las personas que experimentan un sentido de espiritualidad en la iglesia quizás estén reaccionando al sonido extremadamente bajo producido por los tubos.
En definitiva, un simple ruido inaudible, el mismo que algunos creían que podría hacer que nos defequemos encima (supuesto que fue desestimado en un glorioso capítulo de Myth Busters, aunque en otro capítulo de South Park lo llevaron hasta el extremo de hacer que toda la población se lo hiciera encima), ese mismo sonido marrón, podría estar detrás de los cuentos de fantasmas y de casa encantadas, podría fortalecer nuestra espiritualidad.
En definitiva, no confiéis demasiado en vuestros sentidos (en los juicios ya no lo hacen: una afirmación debe de tener respaldo probatorio aunque alguien esté seguro de lo que vio u oyó). No os dejéis arrastras por ideas preconcebidas, y menos si suponen la violación de las leyes naturales que conocemos. No os fiéis demasiado en vuestra opinión y sí de la investigación. Pensadlo la próxima vez que sintáis vibrar vuestros intestinos o creáis haber visto a Dios.
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