Las razones por las que todos mentimos y nos mentimos a nosotros mismos no están claras y se barajan diversas hipótesis. De hecho, se suele sugerir que precisamente las personas más sanas mentalmente son las que mejor saben mentirse a sí mismas.
Un modo acaso simple pero muy ilustrativo de las razones que nos llevan por el camino de la deshonestidad lo resumió el economista y premio Nobel Gary Becker, de la Universidad de Chicago. Para Becker, las personas que comenten actos ilícitos se basan sencillamente en el análisis racional de cada situación. Es decir, el SMORC.
El Modelo Simple de Crimen Racional (SMORC, por sus siglas en inglés), propone que todo acto humano se basa en un cálculo de coste-beneficio, incluidas las decisiones que comprometen nuestra honestidad.
Tal y como explica Dan Ariely en su libro ¿Por qué mentimos?:
Según este modelo, todos pensamos y nos comportamos prácticamente como Becker. Como el atracador corriente, todos buscamos lo más ventajoso mientras nos abrimos paso por el mundo. Para nuestros cálculos racionales de costes y beneficios, da igual que lo hagamos robando bancos o escribiendo libros. Según la lógica de Becker, si vamos apurados de dinero y nos encontramos frente a un súper de 24 h, enseguida calculamos cuánto habrá en la caja registradora, pensamos en la posibilidad de que nos pillen, y en tal caso imaginamos el castigo que nos espera.El SMORC, como he señalado, es ciertamente muy elemental y seguramente no tiene en cuenta otras variables, como que somos criaturas empáticas (otra cosa sería discutir si nuestra empatía también nace como una forma de SMORC, en el que está en juicio nuestra reputación o que los demás nos ayuden cuando lo necesitemos).
En cualquier caso, es un buen punto de partida para empezar a entender la naturaleza de las acciones humanas. Basándonos en el SMORC, pues, caben dos medios para afrontar la deshonestidad de la sociedad.
Primero: aumentar la posibilidad de sorprender al infractor (por ejemplo, si patrullan más policías o se instalan cámaras de vigilancia).
Segundo: amentar la magnitud del castigo (por ejemplo, imponiendo multas más gravosas).
| Xataka
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