Las externalidades son este tipo de efectos colaterales (las externalidades, por definición, se aplica exclusivamente a los precios del mercado, pero se pueden extrapolar a otros fenómenos). Son efectos colaterales de carácter incidental. Y generalmente no debemos compensar a los demás por el posible perjuicio que inadvertidamente provocamos los demás, ni viceversa. Porque las externalidades pueden ser positivas o negativas.
Otras veces, las externalidades pueden ser positivas y negativas a la vez, según a quien afecten. Por ejemplo, si una chica se realiza un espectacular implante mamario y luego se muestra en top less en la playa, podría causar una externalidad positiva (en los mirones, que sin pagar nada pueden disfrutar de su orografía pectoral) y también una negativa (gente que está patinando, se distrae por el espectáculo y cae al suelo).
Estas externalidades no son más que simplificaciones, obviamente. El mundo de las externalidades es peliagudo, y si consiguiéramos registrarlas todas probablemente gestionaríamos el mundo de un modo mucho más eficiente.
Por ejemplo, la externalidad negativa de que yo vaya en coche al trabajo es que incremento los atascos de tráfico. Una solución pasaría por construir más carreteras, pero la externalidad de dicha construcción también podría ser negativa: como hay menos atascos, cogeré más el coche, lo cual incrementará de nuevo los atascos, y también la contaminación ambiental.
Al diagnosticar correctamente la externalidad, tal vez deduzcamos que lo más eficiente no es construir más carreteras, sino obligar a los conductores a compensar económicamente el coste de las externalidades negativas mediante el pago de un canon por el uso de las carreteras, sobre todo en hora punta. También evitando monstruos urbanitas.
Abunda en ello Rob Kurzban, psicólogo de la Universidad de Pensilvania y director del Laboratorio de Psicología Evolutiva Experimental de Pensilvania, en el libro editado porJohn Brockman Este libro le hará más inteligente:
El concepto de externalidad resalta que no solo es preciso equilibrar los costes y los beneficios que genera de manera deliberada una particular medida política cuya aplicación se esté sometiendo a estudio, sino ponderar también sus efectos imprevistos. Es más, la idea de externalidad nos ayuda a centrarnos en un tipo de solución y a preferir aplicar esa solución y no otra a los problemas derivados de los perjuicios no intencionados, lo que equivale a pensar en el uso de los incentivos económicos para lograr que tanto las empresas como los particulares produzcan un mayor número de externalidades positivas y una menor cantidad de externalidades negativas.
O traducido a conversación de bar: ¡qué dura es la convivencia! O en otras palabras: la gestión de la dimensión de las externalidades, en un mundo cada vez más interconectado, afina nuestra empatía.
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