30 aniversario de de la catástrofe nuclear de la central de Chernóbil ahora Ucrania. En la madrugada del 26 de abril de 1986, durante una prueba en la que se simulaba un corte de suministro eléctrico, un aumento súbito de potencia en el reactor 4 produjo el sobrecalentamiento del núcleo y una explosión, provocando la peor catástrofe nuclear de la historia.
En total, en Ucrania, dos mil 293 localidades resultaron contaminadas por radiación, en el momento de la explosión vivían más de 2.6 millones de personas. En los primeros días fue evacuada la población asentada en un radio de 10 kilómetros de la central, pero luego se amplió a 30 kilómetros.
Inmediatamente después del accidente se construyó un «sarcófago», para aislar el nucleo aun activo del exterior, sin embargo esta medida de contencccion se ha visto degradada por el paso del tiempo y por diversos fenómenos naturales por lo que corre riesgo de desplomarse. En 2004 se dio inicio a la construcción de un nuevo sarcófago para el reactor.
Los héroes llamados Liquidadores
Los encargados de construir el sarcófago eran conocidos entre ellos como los bio-robots, ya que ellos seguían funcionando cuando el acero cedía y las máquinas fallaban. No lo hicieron por el dinero, ni por la fama, de lo que tuvieron bien poco. Lo hicieron por responsabilidad, por humanidad y porque alguien tenía que hacer el maldito trabajo.
Los liquidadores acudieron, sabían lo que tenían ante sí, y a pesar de ello realizaron su trabajo con enorme valor y responsabilidad. Cientos, miles de ellos, de manera heroica hasta el escalofrío. Los bomberos que se turnaban entre vómitos y diarreas radiológicas para subir al mítico tejado de Chernóbyl, donde había más de 40.000 roentgens/hora, para apagar desde allí los incendios, cuando la radiación ambiental normal son unos 20 microrroentgens/hora.
Los pilotos que detenían sus helicópteros justo encima del reactor abierto y refulgente para vaciar sobre él los buckets de arena y arcilla con plomo y boro. Los técnicos y soldados que corrían a toda velocidad por las galerías devastadas cantándose a gritos las lecturas de los contadores Geiger y los cronómetros para romper paredes, restablecer conexiones y bloquear canalizaciones en turnos de cuarenta o sesenta segundos alrededor de la sala de turbinas (20.000 roentgens/hora).
Los mineros e ingenieros que trabajaban en túneles subterráneos, inundándose constantemente con agua de siniestro brillo azul, para instalar las tuberías de un cambiador de calor que le robase algo de temperatura al núcleo fundido y radiante a escasos metros de distancia. Los miles de trabajadores y arquitectos que levantaban el sarcófago a su alrededor, retiraban del entorno los escombros furiosamente radioactivos y evacuaban a la población.
Salvo a los soldados, sometidos a disciplina militar, a nadie se le prohibía recoger sus cosas e irse si no quería seguir allí; casi todos permanecieron hasta el final. Es más: muchos de ellos llegaron como voluntarios desde toda la URSS, especialmente muchos estudiantes y posgraduados de las facultades de física e ingeniería nuclear.
Esta fue la clase de héroes, hombres y mujeres; bomberos, científicos y especialistas de la industria nuclear; tropas terrestres y aéreas preparadas para la guerra atómica; e ingenieros de minas, geólogos y mineros del uranio. Esto fueron los liquidadores.
Consecuencias
La explosión provocó la mayor catástrofe en la historia de la explotación civil de la energía nuclear. Treinta y una (31) personas murieron en el momento del accidente, alrededor de 135 000 personas tuvieron que ser evacuadas de los 155 000 km² afectados, permaneciendo extensas áreas deshabitadas durante muchos años al realizarse la reubicación posteriormente de otras 215 000 personas.La nube radioactiva se extendió luego a Suecia, Austria, Noruega, Alemania, Finlandia, Grecia, Rumania, Eslovenia, Lituania y Letonia. Al principio Moscú y Ucrania ocultaron el hecho del accidente y las consecuencias de la catástrofe ecológica, hasta que Suecia informó el aumento del nivel de la radiación.
Actualmente en Chernobil, en particular en el área de 30 kilómetros alrededor de la planta nuclear, vuelve poco a poco la naturaleza. En la ciudad de Pripyat, una vez conocida como "la ciudad del átomo", donde residían los empleados de la planta, la vegetación y la fauna ha invadido el sitio, zorros y osos están habitan ahí, pero la zona afectada no posrá ser habitada por humanos hasta dentro de muchas décadas debido a la contaminación generada.