Los asiduos bebedores de café, más allá del exquisito sabor del grano, afirman que una taza por las mañanas afecta positivamente sus capacidades cognitivas, sin saber exactamente qué es lo que en realidad sucede.
Lo que resulta sorprendente es que ni un americano ni un espresso doble alertan ni agudiza las funciones cerebrales que se necesitan para realizar, principalmente, un trabajo que involucre más capacidades mentales que físicas. Lo anterior tiene una explicación más profunda pero también sencilla y biológicamente truculenta.
El cuerpo produce una sustancia llamada adenosina, que actúa en varios procesos bioquímicos del cerebro, pero principalmente se le atribuyen efectos sedantes en el cuerpo humano, como el sueño y el sopor. La cafeína es similar a la adenosina, por lo que al ingerirla, se enlaza a los receptores de esta sustancia, engañando a las células. Una vez que la cafeína ha ocupado el lugar de la adenosina, por obvias razones, ésta se inhibe, provocando mayor actividad celular que hace que la glándula pituitaria lo perciba como una situación de alerta y se genere adrenalina, lo que hace sentir y pensar que la taza de café ha mejorado nuestras capacidades mentales, pero lo que en realidad sucede es que la adrenalina tensa los músculos, te mantiene alerta y aumenta los latidos de tu corazón, pero no mejora tu concentración ni tu entendimiento.
| Sott.net
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