Beatriz está sentada en un vagón del metro y su boca se abre de par en par. Un minuto después camina por el pasillo y toca la pared para calmar la necesidad de sentir su superficie rugosa. Cuando llega al exterior, cruza el paso de cebra y lo hace a saltos, para evitar el asfalto y pisar solo la zona pintada.
Beatriz tiene 18 años y, como su padre y su abuelo, padece síndrome de Tourette. El trastorno se manifiesta en forma de tics y pequeñas obsesiones. Ella es consciente de que no tiene sentido, pero algo le obliga a abrir la boca repentinamente, tocar objetos rugosos o doblar los pulgares hacia atrás hasta sentir que crujen. "No puedo vivir si no lo hago", confiesa, "viene el monstruito y me dice: ¡hazlo, hazlo, hazlo!". "Hay veces que gana el monstruito y otras veces gano yo", resume.
Historia completa: El "monstruito" de las obsesiones
Documental completo: "El mal del cerebro"
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