En el reino animal, tener un cerebro grande no siempre es lo mejor. Si bien es cierto que los animales con los cerebros más grandes son más inteligentes, también lo es que tienen menos descendencia y el intestino más pequeño. El cerebro es un gran consumidor de energía. El 20% de las necesidades de oxígeno y de calorías de nuestro cuerpo provienen del cerebro, pese al hecho de que el cerebro únicamente supone (de media) un 2% de la masa corporal.
El cerebro humano medio tiene 1.400 gramos, aunque hay excepciones: el récord de peso lo ostenta el cerebro de un cadáver extraído en 1992 por el doctor Mabdybur, patólogo de la Universidad de Cincinnati:2,3 kilogramos. El récord de ligereza en un cerebro normal y sano fue el de Daniel Lyon: 680 gramos. La depresión, también, puede influir en el peso del cerebro. Pero esto no es lo relevante a la hora de calcular las capacidades intelectuales: el tamaño del cerebro tiene una importancia relativa, y lo verdaderamente importante es su cableado y la densidad de neuronas. De hecho, el registro fósil nos señala que nuestro cerebro ha experimentado un descenso de tamaño durante los últimos 15.000 años.
Además, a la hora de fijarnos en tamaños, debemos tener también en cuenta su relación con el resto del cuerpo: es lo que se llama cociente de encefalización. Para ejemplificarlo, la ballena azul posee un cerebro de 7 kg, el mayor de la Tierra, pero no tiene un cociente de encefalización mayor al de los humanos porque su cuerpo también es gigantesco.
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