¿De qué sirve morder una moneda para comprobar si es falsa?
Todos tenemos grabados en nuestra retina la imagen de un fulano hincándole el diente a una moneda para comprobar si es falsa o no. Pero como todos los estereotipos, necesita de una pequeña explicación; sobre todo en estos tiempos financieros turbulentos.
Cuando mordemos una moneda de oro, por ejemplo, sabremos si es falsa (probablemente) si hemos dejado la marca de nuestros dientes en ella. Sin embargo, esta técnica tan de machote o de pirata de los siete mares solo funciona con las monedas de oro puro. El problema es que apenas hay monedas de oro puro en el mundo: todas las monedas de oro acuñadas en Gran Bretaña y Estados Unidos desde la era de los Tudor contienen cobre, porque así eran más duraderas y duras para los dientes.
En 1538, por ejemplo, por ley, la moneda de oro debía tener un 91,6 % del metal precioso, y el resto era cobre. Así pues, más que morderla, lo que debía hacer el banquero o comerciante era coger la moneda, pesarla, medirla y compararla con el patrón legal: como el oro es tan pesado, una moneda falsa, o bien sería demasiado grande, o bien demasiado ligera.
Una de las facetas menos conocidas de Isaac Newton fue precisamente la de cazar falsificadores de monedas. Como alquimista, estaba obsesionado con la pureza de los materiales, así que, al anochecer, se disfrazaba y salía a recoger pruebas en tabernas y burdeles. Tal fue su interés que fue nombrado Guardián de la Real Moneda en 1696. Newton acabó calculando que una de cada cinco monedas que circulaban por Inglaterra era falsa. Y en 1699 incluso atrapó al gran falsificador William Chaloner.
¿Para cuando la versión adrenalínica y actioner de Newton, tal y como ya han hecho con Sherlock Holmes o Van Helsing?
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