Sucedió a mediados de abril, la mañana estaba fresca y húmeda por la leve lluvia de la noche anterior. Salí a la calle e inhalé profundo. El aroma de los jardines flotaba en el ambiente penetrando en todos los rincones.
Cuando estaba a punto de llegar a la escuela me encontré con el viejo Antonio. El saludo fue efímero y cotidiano; sin embargo, noté en su mirada un brillo extraño. -Algo le pasa al viejo -me dije. Sus cansados pasos se unieron a los míos mientras hablábamos de cosas triviales. De pronto se detuvo en seco, con voz suplicante soltó lo que yo ya esperaba. -Maestro, necesito faltar el día de hoy, mi vaca colorada no llegó a noche, lo más seguro es que se metió en sembrado y usted ya sabe cómo son los compañeros del ejido, si causa destrozos en las parcelas ajenas ya me amolé. Deme el día para ir a buscarla, le prometo ir a trabajar el domingo para reponer la falta. -Está bien, Antonio, ve y busca tu vaca -le contesté resignado.
Antonio se perdió rápidamente por la callejuela esquivando los pequeños charcos.
La ranchería apenas si aparecía en los mapas y mi escuela no se quedaba atrás, tres grupos, 74 alumnos, siete maestros, una dirección mal acabada, cero laboratorios, dos letrinas y un patio enorme, toda la llanura era nuestra. iNo teníamos cerco!
Cuando arribé a la escuela, pocos alumnos habían llegado. Rutinariamente me dirigí a la dirección, quité el oxidado candado, abrí la puerta y fue entonces cuando observé el nicho vacío. La bandera no estaba, recorrí con la mirada el cuartucho, poco había que buscar ahí. Salí al exterior; instintivamente fijé mis ojos en el asta bandera. Ahí estaba ondeando suavemente con majestad, teniendo como fondo el añil del infinito mezclado parcialmente con tenues nubecillas. Torné al recinto, busqué en el calendario oficial, 20 de abril. Nada, no había por qué izar el lienzo.
Llegó Morales, el profesor de matemáticas.
-¿Por qué está la bandera a toda asta? -preguntó.
-No lo sé, el que tiene esa comisión es López. ¿Todavía no llega?
-Ahí viene -dijo Morales. -joye, López! ¿Por qué izaste la bandera?
López volvió la cabeza y lo miró perplejo. -Yo no fui, ¿qué día es hoy?
-20 de abril -exclamé un poco inquieto.
-Ha de haber sido ese carajo de Rosendo, con el cuento de que se las da de sabelotodo, le encanta darnos sorpresas con sus mentadas fechas históricas, ya ven cómo presume sus famosas ciencias sociales.
-Rosendo salió muy de madrugada para la inspección, va a llevar algunos documentos que urge entregar -les informé.
-Pues ahí tienen la respuesta -dijo López-, antes de partir vino a la escuela, sacó la bandera y burlonamente la izó.
-Así debe haber sucedido -exclamé un poco más tranquilo-. pero ¿qué se conmemora hoy~
Pronto llegó el resto del personal, nadie lo supo y así, las clases iniciaron. -Profe, ¡por qué está la bandera puesta? -dijo el preguntón del grupo. -La verdad no lo sé. Para qué les voy a mentir. El profe Rosendo la izó a las seis de la mañana.
Pocos se sonrieron, pero la mayoría permaneció indiferente ante el suceso. Miré por la ventana a lo lejos se veía la escuela primaria, su asta bandera estaba vacía.
A las ocho de la mañana mi inquietud permanecía latente, busqué en el anuario, en la guía del maestro, en el libro de efemérides, en el de historia, y nada; el 20 de abril no aparecía como fecha importante que ameritara el hecho.
A las nueve salí al patio y otra sorpresa. En la distancia, el lábaro patrio de la escuela primaria ya ondeaba en todo su esplendor. -Pedro, hijo, ve rápido con la maestra Rosa y pregúntale qué se conmemora hoy.
Pedro se perdió en el corredor. Habían pasado 15 minutos cuando regresó. -Dice la directora de la primaria que no lo sabe, que vio nuestra bandera levantada y ella nos imitó, pues había una fecha importante que ignoraba. -¡Señor director! ¡Señor director! -llegó una voz. -Lo buscan en la dirección, es el presidente seccional y viene acompañado por el jefe del ejido… -iMaldición! -exclamé para mis adentros-iY ahora qué les digo?
Fui a su encuentro y en el trayecto trataba de encontrar una salida honrosa para aquel aprieto. -iBuenos días,señores! ¿En qué puedo servirles? -Vimos la bandera y no sabemos qué se conmemora, por eso estamos aquí, para que nos saque de nuestra ignorancia. Por lo pronto, ya izamos las nuestras tanto en la Presidencia Seccional como en el Salón del Ejido.
La sangre quemaba mis mejillas, traté de simular y fingiendo seguridad exclamé: -Hace días llegó un oficio de la superioridad, donde se leía que por decreto presidencial el 20 de abril será izada la bandera porque ya se ha repartido la tierra ociosa que existía en nuestro país, cumpliéndose as! la promesa que la revolución hizo al pueblo campesino de México.
Los dos hombres cruzaron una fugaz mirada de asombro. Pero la reacción no tardó en llegar. Una mueca de alegría cubrió sus rostros y la sonrisa se dibujó en sus labios. -¡Organicemos una fiesta! -exclamó con entusiasmo el presidente seccional. -¡Claro! -Contestó el jefe ejidal -¡Y en la noche hacemos un baile, esto lo tiene que saber el pueblo!
Yo permanecí callado, se despidieron efusivos y se encaminaron apresuradamente para hacer los preparativos.
En la noche todo era alegría, el club juvenil presentó algunas danzas folclóricas, los viejos se sentían contentos, mis muchachos vestían su uniforme, las damas del templo improvisaron un templete y los niños de primaria correteaban por la plaza.
El baile sería popular, las bocinas vibraban con el estridente sonido de la música ranchera. Yo permanecía inquieto y callado allá, semioculto entre los portales, cuando entre la multitud vi venir al profesor Rosendo. -Acabo de llegar -me dijo. -¿A qué se debe tanta alegría? -Rosendo. ¡qué se conmemora hoy?, ¿por qué izaste la bandera? -No lo sé; yo no icé ninguna bandera. -¡Cómo! Entonces, ¿quién fue?
Él me, miró asombrado cuando le conté todo lo que había pasado. Me prometió guardar el secreto y con grandes carcajadas se dirigió al centro del bullicio.
Serían las 10 de la noche cuando ya resignado ante aquel hecho insólito, sentí en mi espalda una mano áspera. Giré la cabeza y vi al viejo Antonio. Éste, con rostro de cansancio y polvosas ropas me dijo:
-Encontré la vaca, la busqué todo el día y por fin di con ella, estaba en la cañada bien oculta entre los encinos, lo mejor de todo es que no causó daño entre las parcelas. -Antonio -pregunté con muy poca esperanza-, ¿quién izó la bandera esta mañana en la escuela? -¿La bandera? Fui yo -me contestó con voz cansada y serena. -¿Por qué lo hiciste? ¿Qué se conmemora hoy? -le dije con una mirada de ansiedad. -¿Hoy? Sepa dios. Señor. -Entonces. ¿Por qué la pusiste en el asta? -Pues verá, anoche cayó la primera lluviecita del año, los techos están resecos y la dirección se goteó. La bandera estaba mojada y pues qué mejor lugar para secarla que en el palo de la escuela… -¡Maldito conserje! -le dije con voz grave y siniestra.
-¡Te mato si le comentas a alguien lo que hiciste!
| José Arenívar Padilla
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