Ya en el siglo XIX y principios del XX se llevaron a cabo diversos experimentos para clarificar si la hipnosis era real o no. Pero los experimentos no se realizaron en condiciones bien controladas, y suscitaron más preguntas que respuestas. No fue hasta mediados de los 1960 cuando los psicólogos de la Universidad de Pensilvania Martin Orne y Fredrick Evans decidieron poner toda la carne en el asador.
En los ensayos, solicitaron a un grupo de personas especialmente sugestionable que cogieran una serpiente venenosa capaz de matar a una persona con su mordedura. Los participantes intentaron cogerla (aunque los investigadores habían dispuesto un cristal transparente para que eso no fuera posible y no acabar con la vida de nadie). Es decir, a primera vista parecía que los sometidos a trance eran capaces incluso de seguir órdenes aunque esas órdenes pudiesen matarles.
Sin embargo, los experimentadores diseñaron una segunda etapa del estudio aún más ingeniosa para verificar que esto era así. Escogieron a un grupo de personas nada sugestionables y les propusieron fingir que estaban en trance. Los resultados fueron muy parecidos. La gente obedecía órdenes. La cuestión era que nadie, en trance o no, creía realmente que en un experimento iban a permitirle coger una serpiente realmente venenosa. Es decir, todos sabían que no corrían peligro en realidad.
El ensayo, pues, no reunía las condiciones adecuadas. Sin embargo, las comisiones de ética universitaria no permiten que los participantes se expongan a situaciones que impliquen un riesgo real. ¿Cómo solucionarlo? Los investigadores se fijaron entonces en estudios más antiguos, realizados entre el siglo XIX y el XX, concretamente los realizados por Jules Liegeois. Al acabar la demostración, al parecer, un grupo de estudiantes de medicina un poco revoltosos le pidieron a la voluntaria, todavía en trance, que se quitara la ropa para ellos. La mujer no se desnudó.
Richard Wiseman explica en su libro ¿Esto es paranormal? cómo en 1970 se intentó también replicar este estudio:
Un investigador universitario eligió al azar a una joven voluntaria, la sentó ante un grupo y le sugirió que se quitara la ropa. El profesor se horrizó en cuanto vio que la voluntaria empezaba enseguida a desabrocharse la camisa y pidió rápidamente que detuviera su actuación. Más tarde descubriría que, por pura casualidad, había elegido a una persona que se dedicaba profesionalmente al striptease como sujeto de estudio.Así que, a pesar de todo, los experimentos realizados hasta el momento sugieren que no es posible hacer actuar a la gente en contra de su voluntad solo usando la hipnosis.
Sin embargo, los trabajos sobre otras formas de controlar mentes ajenas han ofrecido resultados mucho más positivos y preocupantes. Para averiguar más cosas al respecto, tendremos que explorar el oscuro y tenebroso mundo de los cultos y las sectas.
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