Tres alumnas de la escuela primaria Nicolás Bravo, en Mérida, Yucatán intentaron drogar a la maestra. El “problema” fue que en lugar de ella intoxicaron a su sobrino, lo que puso en riesgo su vida.
Las tres niñas acusaron a su maestra, Lidia Martínez Gamboa, con los directivos de la escuela, las quejas iban por el orden de que golpeaba, regañaba e insultaba a los alumnos. Como, al parecer, no les hicieron caso, decidieron tomar justicia por propia mano. Las niñas disolvieron anfetaminas en una bebida de cola Anfetaminas y se la ofrecieron a la maestra. El momento crítico fue cuando en lugar de que la presunta víctima ingiriera la bebida, lo hizo su sobrino, que también toma clases en esa primaria.
El error de cálculo casi le cuesta la vida al niño que ingirió la bebida. El asunto se llevó hasta la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Yucatán (Codhey), instancia a la que acudieron los padres de familia para solicitar la expulsión de las pequeñas traviesas, que cursan el cuarto año de primaria. Cuando se le notificó a Secretaría de Educación estatal, prometió intervenir -ya ven que esa secretaría es “pionera” cuando se trata de asumir responsabilidades-. El “castigo” que se determinó en la junta de profesores fue un mes de suspensión. Sin embargo, la mula no era arisca… y la maestra Lidia Martínez pidió que la relevaran de esa institución, porque temía que más estudiantes intentaran alguna otra forma de agresión.
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El caso bien podría pasar desapercibido de no ser porque pone en la mesa de discusión el bonito y controvertido tema del bien y el mal, y del desarrollo moral en los individuos, tema que ahora podría agarrar vuelo con el código de ética -que también podría llevar el nombre de Cartilla Moral, Constitución Ética o Manual de Valores Cívicos-, que está proponiendo Andrés Manuel López Obrador.
El aspirante del Movimiento Progresista a la Presidencia, expresó su preocupación por el debilitamiento de valores en la sociedad mexicana, lo cual, desde su perspectiva, hace necesario crear un código de ética que difunda masivamente aspectos como la tolerancia, el civismo y la solidaridad familiar, entre otros. ¿Será que si hubiera existido antes esa “cartilla moral”, las niñas no hubieran tratado de drogar a su maestra? ¿Será que con ella la maestra no abusaría de su autoridad con los niños? ¿El código de ética de López Obrador salvará al país de la violencia?
Vamos a ponernos un poquito filosóficos: para Immanuel Kant -ya saben, el filósofo alemán-, en cada hombre existe la norma moral, que es ese criterio de diferenciación entre lo bueno y lo malo. El que un hombre haga acciones buenas o malas, depende de que cumpla esa norma. Lo curioso del asunto es que, a pesar de estar en cada individuo, la mentada norma es universal. Si todos la siguiéramos, entonces todas nuestras acciones serían buenas. Todas las acciones que hagamos para tener actos buenos es la ética, una guía de comportamiento. Kant a veces suena ingenuo porque apuesta por que cada individuo se dará cuenta de la norma moral y guiará todas sus acciones conforme lo que ella dicta. En este sentido, López Obrador quiere educar a la gente con un manual de acciones, los dos comparten la idea de que hay algo universal capaz de distinguir acciones buenas o malas. La guía de López Obrador es una ética, porque pretende señalar las acciones que generarán actos buenos, pero piensa que hay valores morales que son independientes de las personas y pueden dar fundamento para distinguir actos buenos de actos malos.
La ética es un conjunto de acciones que puedes realizar para generar actos buenos, la moral es ese criterio de distinción entre lo bueno y lo malo. Lo bello de Kant es que apuesta por la libertad y la responsabilidad individual, como no hay dios y no hay fuerzas que dominen a los hombres, cada uno es responsable de lo que hace, en cada uno está la posibilidad de hacer el bien y el mal; y, lo que es más importante, encontrar por sí mismo la norma que le permite distinguir el bien del mal. El punto es que uno nunca llegará a ser completamente bueno, a la vez que jamás llegará a ser completamente malo; y digamos que los individuos que actúan conforme al amor -que tanto predica López Obrador-, a la ley moral, son mil veces mejores que aquellos que actúan sólo por temor a ser castigados.
¿López Obrador leyó a Kant? No lo sé, lo que sí sé es que señaló la urgencia de una reforma educativa que difunda valores. Y hablando de valores, espero que las tres niñas que casi matan a su compañerito hayan aprendido algo del bien y el mal, también la maestra y el resto de involucrados. Después de todo, hacerse responsables de las consecuencias de los actos no es precisamente una tarea fácil.
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