Se repite mucho lo de que una imagen vale más que mil palabras. Como toda sentencia aforística, está entreverada de matices: depende de la imagen, y también depende de las palabras que escojamos. Mil palabras muy bien escogidas pueden tener un impacto que difícilmente conseguirá una imagen. Pero hay imágenes que transmiten algo a lo que no tiene acceso la palabra.
Lo que parece incuestionable es que nuestro cerebro prefiere las imágenes. De hecho, aunque lea palabras, tenderá a convertirlas en imágenes para agilizar el proceso de lectura.
Es la conclusión a la que ha llegado Laurie Glezer y un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Georgetown (EEUU). Para ello, llevaron a cabo una prueba de reconocimiento de palabras distintas pero que suenan igual en inglés (homófonas) a 12 voluntarios mientras eran sometidos a resonancia magnética funcional. Las neuronas que se activaban diferentes a pesar de que el sonido era igual, lo cual demostraba que para el cerebro no eran iguales; es decir, que en realidad se leía la forma de la palabra, la imagen, y no su sonido.
Esto sugiere que nuestro cerebro usa siempre la información visual de una palabra y no los sonidos (...) el reconocimiento rápido y eficiente de palabras, habilidad característica de los buenos lectores. (...) Cuando vemos una palabra por primera vez, se requiere de un poco de tiempo para leer y que el sonido salga fuera. El cerebro utiliza primero la fonética y una vez codificada la hace coincidir con la palabra escrita. Una vez aprendida no hace falta la fonética, la tenemos como parte del “diccionario visual”.
Los disléxicos, sin embargo, tiene problemas de procesamiento fonético de los sonidos, lo que les impediría desarrollar una representación visual de las palabras que les ayude a reconocerlas.
Si os interesa el tema de la lectura, os invito a profundizar en el artículo que escribí titulado Leer nos cambia el cerebro… más de lo que creemos.
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