Menuda generosidad la de la madre Naturaleza con Lou Andreas Salomé. La dotó de inteligencia superdotada, rostro armonioso, preciosos ojos claros, labios sensuales, busto prominente, talle fino ¡y qué carácter! Fué una rompecorazones en el mundillo intelectual de la época (finales del s. XIX, principios del XX). Con fama de musa todopoderosa -también de bruja-, se decía de ella que cuando un hombre la conocía a los 9 meses paría una obra de arte.
Revisando su biografía parece que actuó como si no hubiese recibido noticia de las limitaciones impuestas a la mujer en sociedad. Y eso que las opciones que tomó fueron arriesgadas, muy originales. La primera y sumamente llamativa, la de permanecer virgen hasta tardísimo, pese a casarse, pese a las recurrentes y atractivas propuestas.
El primero en querer hincarle el diente fue Gillot, un famoso predicador padre de familia 25 años mayor que ella, al que Lou admiraba y había convencido para que le instryese en teología, filosofía, etc. Él, impresionado por las cualidades de la muchacha, entre lección y lección se enamoró tan locamente que estaba por abandonar a su familia. Lou hubo de escapar del país. Se instaló en Zurich y se matriculó en la universidad, luego se trasladó a Roma. Allí conoció al escritor Paul Ree, y por medio de éste a Nietzche y, ni corta ni perezosa, les propuso vivir juntos.
Lou llevó a un estudio fotográfico a Nietzsche y Ree. De tal guisa se retrataron para la historia.
Luego conoció a Fredrich Carl Andreas, otro que cae rendido y se empecina en casarse con ella hasta tal punto que le hace chantaje emocional clavándose un puñal. Ella cede, se casan, pero el matrimonio, muy bien avenido, nunca compartirá dormitorio. Según palabras de Lou casarse puede venir a significar diferentes cosas: ser amantes, hermanos, asilo, meta, cómplices, jueces, ángeles, amigos, hijos, y más aún, poder estar uno frente al otro en toda la desnudez e indigencia de la criatura”
Lou y su marido Karl Andreas
Fiel a su original concepción de matrimonio, a Lou no le importó que más adelante Carl tuviera una hija con otra mujer, y además nombró a la niña como su principal heredera. A ella, flor tardía, le llegan las ganas a los 36 años de la mano del Rilke -el poeta- por aquel entonces de 21 años. Mantienen un apasionado idilio muy bien integrado. El matrimonio Andreas y el joven poeta viajan juntos en cordialidad.
Luego se relacionó con muchos ilustres caballeros. Tuvo una visión particular de la vida amorosa, consideraba que es un error que lo erótico “se enterque en apoyar su pie en la fidelidad” y que el amor sexual se agota una vez saciado el deseo. Solo el amor intelectual es capaz de resistir el tiempo.
Uno de sus amores meramente intelectuales fue Freud, con el que colaboró estrechamente durante 25 años ¡curiosa pareja! el rey de la represión sexual y la diosa de la fertilidad erótica. Coqueteaban a su manera, desde las alturas cerebrales. Freud llegó a decir que se había acostumbrado tanto a la presencia de Lou que se sentía molesto cuando su silla estaba vacía, la admiraba por su sentido del humor y su humiladad y le interesaba mucho su opinión, sobre todo su opinión sobre la sexualidad femenina.
Porque Lou, además de musa de todos estos eminentes señores, era una pensadora que desarrolló su propia filosofía y, ¡oh dicha! uno sus libros se titula “El Erotismo”
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