Existen lugares cuyos colores son tan llamativos y tienen un aspecto tan artificial que parecen haber sido pintados a propósito por un escuadrón de artistas callejeros. Apenas alcanzan las descripciones para que os hagáis una idea. Sería como intentar describir cómo es un Van Gogh. Así que os dejo arriba con una foto-cuadro por aquello de que una imagen vale más que mil palabras.
El lugar es el Antelope Canyon o, en cristiano, el Cañón del Antílope. Está localizado en el sudoeste americano, en el municipio de Page, al norte del estado de Arizona. Forma parte de una reserva de indios navajos, la mayor tribu de indios norteamericanos, así que si pretendéis ver este lugar con vuestros propios ojos será obligatorio que lo hagáis en compañía de un guía navajo. No es sólo porque los indios navajos sean muy suyos, sino porque también existe un tremendo riesgo de inundaciones instantáneas. Si se pone a llover torrencialmente en cualquier momento, el cañón puede ser inundado de agua en cuestión de minutos, principalmente por corrientes de agua que se originan en regiones de más altitud.
En 1997, por ejemplo, el lugar se hizo trágicamente famoso por la muerte de 11 turistas. Sólo salvó la vida el guía. El nombre navajo del Cañón del Antílope es Tse’ bighanilini, que significa el lugar donde el agua fluye a través de las rocas. Lo de “Antílope” se usa en nuestro idioma por la gran proliferación de antílopes salvajes que habitaban anteriormente la región.
En realidad, el cañón, que ha sido horadado por el paso de corrientes de agua durante miles de años en un proceso llamado epigénesis, está compuesto por dos formaciones geológicas independientes: el Upper Antelope Canyon (Cañón del Antílope Superior) y el Lower Antelope Canyon (Cañón del Antílope inferior), nombres muy poco originales pero sin duda muy prácticos por si os perdéis y tenéis que comunicar por teléfono móvil dónde estáis. O en el Superior o en el Inferior, no hay pérdida. Aunque también los llaman de forma más ininteligible como Crack y Tirabuzón (Corkscrew, en inglés), respectivamente.
Tiene una longitud total de 400 metros. Sus paredes, esculpidas en la arenisca, tienen en algunos puntos hasta 40 metros de altura y recuerdan, gracias a las condiciones lumínicas, a esos relojes de arena que venden en los bazares, cuyos granos de arena, de diversos tonos de marrón, forman dibujos y estratos diferenciados. Las rocas, de lejos, parecen de cartón piedra. No es extraño, pues, que en cualquier visita guiada os encontréis con más de un fotógrafo profesional dispuesto a inmortalizar el efecto para las revistas y las postales. Porque en las 4 estaciones del año, debido a la entrada de luz a través de las grietas de las rocas rojizas, las tonalidades cambian, como en un océano; incluso en un mismo día, la configuración de colores puede ser alterada en función del ángulo de visión en el que situemos la cámara, o nuestros ojos, dándole al lugar cierto aire de caleidoscopio natural.
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