En el sur de México, generalmente fuera de los mercados populares, se plantan personas a menudear frutas de temporada la mayoría son mujeres ya maduras de zonas rurales.
En una ocasión decidí ir al mercado a buscar pitayas. Al llegar divisé a una mujer ya anciana; aproximados 80 años; sentada en la banqueta junto a 2 o 3 cajas de madera llenas de pitayas aún sin limpiar y con un pequeño cuchillo de madera despojaba a las pitayas de sus espinas una a una con una paciencia admirable. Le pedí a la mujer que me vendiera fruta, y justamente cuando me iba a entregar la bolsa de la fruta escuché una voz que me decía:
-Joven, una moneda por favor.
Miré hacia atrás y contemplé a una muchacha en condiciones lamentables no mayor de 30 años con un pequeño niño en brazos, ella continuó:
-No tengo dinero para pañales ni para la comida de mi hijo, por favor ayúdeme con una moneda.
No dudé en buscar algunas monedas en el bolsillo de mi pantalón y justo cuando iba a sacar la mano para entregar las monedas, la voz de la anciana de improvisto me detuvo con un:
-¿Cómo es posible joven?… yo, siendo ya vieja vengo día con día a trabajar de lo que mi cuerpo me permite…. Y esta muchacha, aún joven y con tanto de qué poder trabajar viene a mendigar una moneda… ¿Cómo es posible?
¿Cuántas veces no has dado una moneda cuando te manipulan emocionalmente con un bebé llorando a un infante en condiciones lamentables? Muchas personas abusan de su holgazanería y abusando de la compasión, caridad y solidaridad de las personas y van de alma en alma solicitando y a veces incluso exigiendo de lo que no son dignos.
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