Viejos y equivocados

Nada me inspira más veneración y asombro que un anciano que sabe cambiar de opinión.
La frase que encabeza estas líneas pertenece a D. Santiago Ramón y Cajal, y es una de mis favoritas dentro de la extensa colección de brillantes citas de nuestro célebre investigador. Un concepto simple que encierra todo un lema frente a la cabezonería mantenida durante años. Y lo más curioso es que fue pronunciada por uno de los españoles más tercos de todos los tiempos. Paradojas…


Es difícil cambiar de opinión cuando has estado décadas empecinado en una idea. Lo vemos a diario en discusiones, en charlas de barra de bar, en debates televisivos, en comentarios en internet… nos aferramos a una creencia durante tantos años que ni las más claras evidencias nos hacen cambiar de parecer. En los tiempos que corren, se ve poco eso de “oye, pues tenías razón… yo estaba equivocado

Incluso en los temas más palmarios. Miles de personas entienden perfectamente que diluir una sustancia hasta límites infinitesimales no puede potenciar sus efectos curativos, y aun así, afirman convencidos que una vez les funcionó y por tanto, funciona.

No importa la realidad, no importan los hechos, los datos, no importan las evidencias… importa tener razón, importa la costumbre, importa mantener unas convicciones sólidas, rígidas como el acero. Es fundamental no reconocer que has estado equivocado, y peor aún… equivocado mucho tiempo.

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